La tablita cambiaria
de Martínez de Hoz y su posterior debacle de 1978
a 1982
contabilizó una fuga de 23.874 millones de dólares. La
recesión económica por el Efecto Tequila y las posteriores crisis financieras
en mercados emergentes de 1995
a 1998
sumaron una fuga de 41.039 millones de dólares.
El derrumbe de la
convertibilidad 1999-2001 totalizó una fuga de 28.526 millones de dólares.La
dimensión que ha adquirido la fuga de capitales en la economía argentina es
impresionante.
![]() |
Desde 1978 hasta 2011, acumuló unos 174.000 millones de dólares |
Cada episodio de fuga tiene rasgos propios, pero todos se unifican en que
se desarrollaron en un contexto de integración de la economía nacional a las
finanzas globales desreguladas y a frágiles mecanismos de control de los
movimientos de capitales. La cuestión que los diferencia es el disparador para
cada uno de los períodos de transferencia de riqueza local al exterior.
El aspecto notable de la gran fuga en el kirchnerismo fue que no derivó en
una crisis de proporciones. Es el factor distintivo respecto a los episodios
anteriores. Evidentemente tuvo un indudable impacto en la economía local, no
tanto por afectar el crecimiento del PBI, sino por restringir márgenes de
acción de la política económica desafiados con medidas heterodoxas, como la
utilización de reservas para pagar vencimientos de deuda pública. Teniendo en
cuenta las otras experiencias de fuga de capitales, ese inédito comportamiento
de la economía ha desconcertado a economistas del establishment, quienes fueron
sumando frustraciones porque la devaluación que proponían y el descalabro
económico que anunciaban, y deseaban, no se concretaba. La decepción se
acrecentaba porque la compra de dólares, las corridas y posterior fuga al
exterior no tuvieron el efecto disciplinador esperado, como el que padecieron
gobiernos pasados. No ha sido un dato menor el fracaso de esa tradicional
estrategia de presión sobre gobiernos elegidos por la voluntad popular.
Precisar las condiciones que neutralizaron el impacto de la fuga de capitales
más intensa de todas brinda elementos para acercarse a una mejor comprensión
del ciclo de la economía argentina durante los gobiernos kirchneristas.
Desde 2007 hasta fines de 2011, el monto de la fuga ha sido impactante:
79.281 millones de dólares. Monto que casi duplicaba la cantidad de reservas
que el Banco Central acumulaba en diciembre de 2011, y representaba el 18 por
ciento del Producto Interno Bruto (435.179 millones de dólares, según FMI World
Economic Outlook Database, 2011). A pesar de que este fabuloso drenaje de
divisas superó los registrados en otros episodios críticos desde 1976, la
economía no colapsó ni el sistema bancario y cambiario necesitó de la
asistencia del Banco Central. Las principales variables macroeconómicas
estuvieron bajo control. Es una característica notable del ciclo económico. En
las experiencias previas, la salida de capitales reflejaba una disminución
significativa de las reservas internacionales debido a que el Banco Central
proveía una parte importante de esos fondos. Otra parte era financiada vía
endeudamiento externo.
Si bien el stock de reservas no descendió sustancialmente, la magnitud de
la variación resultó muy afectada. Un simple cálculo muestra que sin fuga de
capitales, el total de reservas hubiera sumado, por lo menos, 124.000 millones
de dólares a diciembre de 2011. La diferencia con el stock efectivo de unos 45
mil millones de dólares es un dato contundente del costo para la economía y el
esfuerzo necesario para evitar una crisis motivada por el rasgo estructural de
fuga de capitales de la economía argentina.
La fuga no se financió con endeudamiento del Estado.
La fuente principal fue el saldo de la balanza comercial. Gran parte de las
divisas provenientes del superávit comercial de ese período no se acumularon en
las arcas del Banco Central, sino que pasaron a integrar el stock de los
activos externos privados no financieros. La fuga representó el equivalente a
casi el 80 por ciento del saldo positivo de la balanza comercial. Sin ingreso
de fondos por endeudamiento externo, la alternativa vedada a partir del default
y de la renegociación de deuda con fuerte quita de capital, y con un regular
flujo de inversiones extranjeras, las divisas provenientes del saldo de la
balanza comercial fueron un muy importante estabilizador del mercado de
cambios.
DOLAR: EL CASO BRASIL EN COMPARACIÓN CON ARGENTINA
DOLAR: EL CASO BRASIL EN COMPARACIÓN CON ARGENTINA
Historias similares
con respuestas diferentes
Prácticas económicas y conductas
sociales de décadas terminaron por configurar una pauta dolarizada que requiere
de una labor paciente para modificarla, de incierto resultado. No se logra en
forma inmediata. El principal problema del nuevo régimen cambiario es el
mercado inmobiliario, puesto que es una de las mayores expresiones de la
dolarización de la economía. En un reportaje en Página/12 Héctor Valle afirmó:
“Argentina es el único país del mundo donde el cemento se vende en pesos, los
ladrillos se venden en pesos, la mano de obra se paga en pesos y los
departamentos cotizan en dólares”.
Brasil es el ejemplo más cercano
de un mercado inmobiliario local que puede concretar operaciones en moneda
nacional. El dólar no es tomado como referencia para la cotización de las
viviendas. Aquí es donde se expresa con nitidez que la dolarización en
Argentina no es sólo un tema económico.
En no pocas oportunidades se ha
explicado que la obsesión por el dólar en Argentina tiene su origen en las
sucesivas crisis económicas, devaluaciones, años de alta inflación hasta
hiperinflación y repudio de contratos económicos, como el default de la deuda.
En ese inventario de descalabros,
sin embargo, el caso brasileño no es diferente al argentino.
Argentina no se encuentra al tope
de los países defolteadores. Desde su independencia en 1816, declaró la
cesación de pagos de la deuda en siete oportunidades, siendo la última de gran
magnitud en 2001. Brasil defolteó la deuda nueve veces desde su independencia
en 1822, siendo el último en 1983, según la investigación de Kenneth Rogoff y
Carmen Reinhart, Ocho siglos de crisis financieras. Historia mundial de los
defaults.
Brasil incumplió con el pago de
la deuda más veces que Argentina.
El recorrido inflacionario tiene
también muchos parecidos.
Brasil registró tasas de
inflación altas, por encima del 30 por ciento a partir de 1974. La variación
anual de los índice de precios al consumidor, promedio anual, desde 1982 a 1994
se ubicó siempre arriba del 100 por ciento por año, con picos de 235 por ciento
en 1985. Tuvo hiperinflación de 1988 a 1994, con un piso de 1000 por ciento
anual y un máximo de 2946,7 por ciento en 1990. Un año antes, Argentina había
tenido un aumento del índice de precios al consumidor de 3079,5 por ciento.
Brasil tuvo inflación alta e
hiperinflación durante muchos años como la Argentina.
Brasil reúne entonces las mismas
condiciones de experiencias económicas traumáticas de Argentina, utilizadas
como factores explicativos del atesoramiento de dólares o la referencia del
dólar para los valores de los inmuebles. Pero en Brasil no utilizan el dólar en
sustitución a la moneda nacional. El ahorro y la compraventa de inmuebles no
están dolarizados en el mercado brasileño.
Esto no implica que grandes
capitales brasileños no fuguen dinero al exterior o desvíen fondos no
declarados hacia paraísos fiscales o hacia la compra de inmuebles en Punta del
Este y Miami. Es un comportamiento tradicional de las elites latinoamericanas.
Pero el desarrollo de transacciones domésticas relevantes tiene como unidad de
cuenta la moneda nacional, el real.
¿Por qué segmentos influyentes de
la economía argentina entonces están dolarizados?
La conducta rentista ha alterado
históricamente el funcionamiento de la economía argentina, y el régimen
financiero ultraliberal instalado por la dictadura de 1976 y la
convertibilidad, en los ’90, definieron el carácter bimonetario de la economía.
La ortodoxia y los sectores conservadores rifaron la soberanía monetaria.
La tarea de desarticular la dolarización
no es sencilla ni inmediata. La dificultad de esa labor no significa resignarse
y abandonarla, sino encontrar la estrategia adecuada para ir cambiando
prácticas que se hicieron habituales.
04/11/2012
No hay comentarios.:
Publicar un comentario