lunes, 7 de julio de 2014

La leyenda de Juan Nicolás Ruggiero, alias "Ruggierito"

La leyenda de Juan Nicolás Ruggiero, alias "Ruggierito"

El hombre que encarnó un paradigma del vínculo entre la política y el hampa


Fue ladero, guardaespaldas y hombre de confianza del caudillo conservador de Avellaneda, don Alberto Barceló. Iba de juerga con Gardel. Y uno de sus crímenes inspiró el tango Sangre maleva. Su asesinato es aún hoy un enigma.


Por Ricardo Ragendorfer

Ruggierito en una foto junto a Gardel
En los viajes del sindicalista Gerónimo "Momo" Venegas a Necochea, su aldea natal, siempre lo acompaña un sujeto de mala traza, llamado Carlos Farnos. Allí se lo recuerda por una añeja historia. En 1978 fue asesinada la copera Mirta Godoy en un cabaret del puerto. La autoría recayó injustamente sobre el marinero yugoslavo Milivoje Pesic, quien sería condenado por ello. Recién en 1983 fueron arrestados en España los verdaderos matadores, dos hampones de poca monta. Uno era Farnos. Al salir de la cárcel, el "Momo" lo puso bajo su cobijo. Apenas una muestra de los ocasionales lazos entre cierta dirigencia política y el malandraje.
En una escala más orgánica, tal vínculo tuvo una visibilidad brutal a finales de 2010, en el desalojo del parque Indoamericano, cuando a la acción policial se sumó un ejército de matones sindicales y barrabravas oscilantes entre el duhaldismo y el PRO. Esto trazó un siniestro hito en la Historia argentina: era la primera vez desde la Semana Trágica que patotas reclutadas entre la sociedad civil se lanzaban a la persecución de inmigrantes. 
Al respecto, bien vale evocar aquel remoto antecedente. 
En 1919, un conflicto gremial en los Talleres Vasena desató una represión policial y parapolicial que se extendió a toda la ciudad. Y no sólo tuvo como blancos a obreros socialistas y anarquista sino también a colectividades extranjeras; en especial, la judía. La Semana Trágica dejó 700 muertos. Sus hacedores sin uniforme pertenecían a la Liga Patriótica, pero también había otros individuos que actuaban a cambio de unos pesos. En consecuencia, lo novedoso fue el uso político de elementos contratados en los bajos fondos.    
Tal práctica trazó un punto de inflexión en el escenario delictivo argentino. Y si hubo una vida que la ejemplifica fue la del ladero, custodio y mano derecha del caudillo conservador de Avellaneda, don Alberto Barceló. Su nombre: Juan Nicolás Ruggiero, más conocido como "Ruggierito". 

LOS CABALLOS Y LAS BALAS

Revista “Ahora”  24 de junio de 1935

El 21 de octubre de 1933, Ruggierito había ganado una fuerte suma en el Hipódromo de La Plata sin imaginar que ese sábado no sería su día de suerte. 
Ahora, casi a la medianoche, su cuerpo desnudo yacía sobre una mesada de mármol en la morgue del Hospital Fiorito; un pequeño agujero rojo resaltaba en el tórax. Junto a él, un hombre no encubría su pesadumbre. Era su amigo, el comisario Esteban Habiague.
Apenas unas horas antes, la víctima pasó por su casa para cambiar el traje de lino blanco por otro oscuro, que adornaría con una rastra criolla. Después se hizo trasladar en su un Cadillac a lo de Elisa Vecino, una morocha de 25 años, quien desde hacía casi una década lo recibía en su alcoba. Ella vivía en la calle Dorrego al 2000, del barrio de Crucecita. A las nueve de la noche, la pareja conversaba con Ana Gallino; al rato, se sumaría su esposo, Héctor Moretti, un simpático pistolero con quien Ruggierito tenía amistad. Su chofer –llamado Joselito– dormitaba en el Cadillac. Hasta que el estampido de una 45 lo arrancó del sueño.

Revista “Caras y Caretas”  21 de Marzo de 1936

Entonces vio dos imágenes: su patrón caer en brazos de Moretti y, luego, al girar la vista, un tipo que corría hacia la esquina, donde lo esperaba un Chrysler azul con el motor en marcha. El vehículo partió a toda velocidad. 
Los acontecimientos se tornaron vertiginosos. Moretti hizo unos disparos, mientras apoyaba al moribundo sobre el regazo de Elisa. Y saltó al estribo del Cadillac, que arrancó con un chirrido. Moretti siguió disparando. Desde el Chrysler le tiraban a él. Elisa, en tanto, sostenía entre las manos la cabeza del amante. Ruggierito, presintiendo que la vida se le cortaba, miró a su alrededor. Dibujo una sonrisa. Quiso hablar. Entonces, la boca se le llenó de sangre. Y cerró los ojos. 
Fue cuando el Cadillac regresó desde una calle lateral. La carrocería lucía huellas de proyectiles. Casi sin frenar, el herido fue cargado en el asiento trasero, antes de que Joselito enfilara hacia el sur, en dirección al Fiorito.
Ese sábado, el Barceló llegó allí con una docena de guardaespaldas. Habiague lo vio irrumpir en la morgue con la mirada húmeda.  

LA DIALÉCTICA DE LAS ARMAS

Nacido el 24 de junio de 1895, fue el menor de los once hijos concebidos por la unión entre una criolla y un humilde carpintero napolitano establecido en la Isla Maciel. A los 14 años ya pegaba afiches para el comité de Barceló, que iniciaba su primer período municipal en Avellaneda. Quizás fue por esos días cuando reparó en ese pibe que iba a la Intendencia para buscar la comida se repartía a los pobres. Una década más tarde, Juan ya era un avezado puntero político y un pistolero audaz. Supo ganar fama en tiroteos con patotas adversas a su padrino. En pleno auge del "fraude patriótico" –tal como los conservadores llamaban a sus trapisondas electorales– fue diestro en el arte de intimidar a votantes y conseguir libretas. Administró con eficacia algunos negocios partidarios. Y acostumbraba salir de juerga con un correligionario célebre: Carlos Gardel. Su abultado prontuario incluía máculas por juegos prohibidos, robo, lesiones, abuso de armas y varios homicidios.  

Revista “Caras y Caretas”  21 de Marzo de 1936

Una de sus víctimas fue el "Gallego Julio", un matón al servicio de los radicales, cuyo nombre era Julio Valea. Su providencia –al igual que, luego, la de Ruggierito– no resultó bendecida por el turf. En octubre de 1929, mientras miraba la séptima carrera del Hipódromo de Palermo, cayó con la frente atravesada por un proyectil. El tirador abandonó ese sitio en un auto veloz. 
Mientras ahora una acongojada  multitud rodeaba al Hospital Fiorito para despedir a Ruggierito, al comisario le vino a la mente dicho episodio. Y llegó a conjeturar que en la ejecución del Gallego –de la que Ruggierito no fue ajeno– podría estar el anagrama de su propia muerte. Luego repararía en otras tantas hipótesis: rivalidades políticas y discrepancias en los negocios sucios. 
Habiague sabía de lo que hablaba, ya que él era un importante engranaje del asunto. 

Alberto Barceló


EL EXCARCELADOR

Antes de calzarse el uniforme policial, Habiague había sido periodista en La Razón y, luego, en La Tarde; fue administrador del Hipódromo de San Martín, además de oficiar de banca en algunos garitos. En ello estaba cuando Barceló le dijo: "Júntese 200 libretas y lo hago diputado provincial." Dicho y hecho: aquel hombre fue legislador por el partido de San Martín entre 1925 y 1928. El siguiente paso de su mentor fue designarlo como comisario inspector en Avellaneda. Desde aquel cargo, hizo excelentes migas con Ruggierito. Ambos eran parte de la misma maquinaria. Y en aquel contexto, una de las funciones policiales de Habiague era la de excarcelar por vía extrajudicial a los amigos y aliados que habían tenido la pésima fortuna de caer tras las rejas. "En esa época –decía el comisario–, de Avellaneda nadie entraba a pudrirse en Sierra Chica." Y menos, Ruggierito.
JUAN RUGGIERO (RUGERITO) ES ENTERRADO ENVUELTO 
CON LA BANDERA ARGENTINA
Al respecto, Habiague solía evocar una anécdota: una noche, por cuestiones del momento, Ruggierito hirió de muerte a otro compadrito, el "Pichón" Canevari, en un turbio almacén de Barracas, antes de darse a la fuga.
Al llegar la policía, interrogó al moribundo en estos términos: "¿Quién te hirió? ¿Fue Ruggierito?" La respuesta, declamada con el esfuerzo propio de la agonía, fue: "Vea, agente, el varón para ser hombre no debe ser batidor." Dicho esto, el Pichón cayó en el sopor eterno. Jamás supo que su frase póstuma inspiraría el tango Sangre Maleva, de Juan Manuel Velich y Dante Tortonese.
Ahora, esclarecer el asesinato de  Ruggierito era para el comisario un imperativo moral. En esas circunstancias, se le cruzó la última imagen que tuvo de él en vida. Fue durante un acto en el barrio La Mosca, cuando –para la sorpresa del propio pistolero– la multitud empezó a aullar: "¡Barceló, no! ¡Ruggierito, sí!" Entonces la mirada del caudillo, ya clavada de soslayo sobre el aludido, adquirió un extraño brillo.
En la soleada mañana del 22 de octubre de 1933, una muchedumbre nunca antes reunida en Avellaneda marchaba por la Avenida Mitre llevando en andas el féretro de Juan Nicolás Ruggiero, envuelto por la bandera. Alberto Barceló  aguardaba al cortejo en el cementerio municipal. 
Aún seguía siendo el individuo más poderoso de aquella ciudad. Su estrella recién declinaría a mediados de la década siguiente. Y murió en 1946.
Habiague concluyó su carrera en esos mismos años, sin dar con los asesinos de Ruggierito.
Mucho tiempo después, en una brumosa tarde de 1965, el ya viejo comisario departía con un conocido en una mesa de la confitería El Molino. Entonces, no sin cierta prudencia, reveló: "A Juan lo mataron sus amigos." Y tras una pausa, agregaría: "Lo mataron porque ya no les era útil." Su voz sonaba muy cansada. 

Publicada en:


sábado, 5 de julio de 2014

La Guerra del Paraguay: Una contienda oscura y silenciada...

Una contienda oscura y silenciada

La Guerra del Paraguay


Hilda Sábato, Gabriel Di Meglio, Norberto Galasso y Mariano Rodríguez Otero analizan los roles de la Argentina, Uruguay y Brasil y la influencia de Gran Bretaña. Solano López y la historización de la violencia.



 Por: Manuel Alfieri

La Guerra Guasú –más conocida como Guerra del Paraguay o de la Triple Alianza– fue uno de los episodios más importantes de la historia latinoamericana contemporánea. Sin embargo, su estudio no fue prioritario para el universo académico. Eso es, por lo menos, lo que concluyeron un grupo de historiadores convocados por la Televisión Pública para debatir sobre la contienda militar más brutal y violenta del siglo XIX en Sudamérica.

Por eso, la necesidad de debatir acerca del tema. Los intelectuales invitados fueron Norberto Galasso, director del Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales Felipe Varela; Mariano Rodríguez Otero, director del Departamento de Historia de la UBA; y Gabriel Di Meglio e Hilda Sábato, ambos docentes de Historia Argentina en la Facultad de Filosofía y Letras.

En los estudios de la TV Pública, y ante la atenta mirada de 500 espectadores, Galasso, Otero, Di Meglio y Sábato conversaron, entre otras cosas, sobre el significado de la guerra, el rol ejercido por Gran Bretaña, la extrema violencia que caracterizó al episodio bélico, sus consecuencias y la necesidad de investigaciones más profundas. Cada exposición inicial tuvo una duración de 20minutos. Luego, el público presente –como también los internautas que siguieron el debate por la Web– pudieron realizar algunas preguntas.

CÓMO CARACTERIZAR LA GUERRA

 - Sábato: La Guerra del Paraguay fue la contienda más larga y destructiva de Sudamérica en el siglo XIX. Se prolongó más de cinco años, a pesar de lo desparejo de los recursos, durante los cuales se perdieron alrededor de 300 mil vidas (tres cuartas partes, de paraguayos). Los muertos por enfermedades y por hambre superaron a los producidos en los campos de batalla. En según lugar, fue una guerra moderna, con nuevos métodos y tecnologías, que hablan de una especie de masividad impersonal de la máquina bélica. Esto se combinó con formas muy tradicionales de hacer la guerra: el combate cuerpo a cuerpo, las concepciones del honor que presidían los actos de los soldados en el campo de batalla. Hay una serie de cosas que la convierten en una guerra de tránsito entre las tradicionales guerras y la modernidad. Esta es una guerra, además, donde está en disputa el poder de los nuevos Estados. Y también, en relación a la política interna, las redes y alianzas políticas atravesaban las fronteras e influían en la construcción del poder en cada uno de ellos. En ese sentido, vemos que los colorados uruguayos eran aliados de los liberales argentinos. Los blancos uruguayos estaban relacionados con nuestros federales, y así sucesivamente.

Entonces hay una cuestión que tiene que ver con las disputas políticas internas en cada espacio regional. Entonces, ¿cómo se piensa la guerra? ¿Era inevitable? ¿Por qué hubo guerra? Allí hay que pensar en aproximaciones sucesivas. Hay causas estructurales, causas que tienen que ver con cosas que están pasando, como la organización del mundo, intereses económicos, etc. Pero hay también causas coyunturales, peleas que tienen que ver con cosas del momento. Y también hay contingencias: los hombres toman decisiones que a veces no se entienden, y a veces llevan a consecuencias trágicas, sobre todo cuando los hombres tienen mucho poder. Entonces, acá hay una historia que hay que mirar en perspectiva, entendiendo las luchas internas y los grupos políticos. Esos cruces significan que aquí hay una guerra civil, pero una guerra civil que va a derivar en formato nacional.

 - Otero: Hay que ver también en qué medida esta guerra tiene elementos premonitorios. No es una guerra más: es un cambio técnico militar, hasta en las formas políticas y hasta en la discusión historiográfica y su difusión. Hay periódicos de trincheras, fotografías, caricaturas… esto era algo casi impensable en guerras anteriores. La idea de perseguir al enemigo hasta el último rincón, ocupar el territorio como forma definitiva de acabar con el enemigo y arrasar todo lo que corresponda y se pueda. A partir de esta época, esto pasa en todo tipo de guerra. Y por otro lado, esta idea de ir a cazar al último jefe, en este caso Solano López, es lo que hemos visto en guerras posteriores: ir a cazar a Saddam, porque hasta que no caiga no sabemos si esto se terminó.  Es un anacronismo bestial, pero está hablando de una línea. Hay que acabar con el caudillo.

 - Galasso: Esta fue una guerra civil, algo que dice León Pomer, pero que antes había dicho Alberdi. Alberdi dijo que los enemigos que tenía Venancio Flores, del Partido Colorado de Uruguay, eran los blancos uruguayos. Y los enemigos que tenía Mitre, eran las montoneras del interior: Felipe Varela, el "Chacho", que lo tirotearon, lo degollaron y pusieron su cabeza en nombre de la civilización. Esto fue una guerra civil bajo la apariencia de una guerra internacional. Lo consolidaba el diario La Nación, cuando decía: "Las alianzas del Río de la Plata quedan así definidas: la alianza de la civilización, es decir, las formas regulares de gobierno, que son el caso de la República Argentina, la Banda Oriental y el Brasil; y por otro lado, la alianza de la barbarie, que es el gobierno paraguayo, todo el interior argentino y el interior de la banda oriental."

 - Di Meglio: Esta guerra también fue una guerra civil, tanto en Argentina como en Uruguay, como todas las guerras argentinas que se pelearon en el siglo XIX: a la vez que guerras internacionales, también fueron guerras civiles. No se puede pensar una cosa sin la otra.

EL CONTEXTO INTERNACIONAL

 - Otero: Tenemos que pensar que esta es una guerra que está a mitad de camino entre la Guerra de Crimea y la Primera Guerra Mundial. Y que de trasfondo tiene la Guerra de Secesión norteamericana, que de no ser por esa guerra y por la destrucción de esa guerra, sin duda la guerra más grande de América hubiese sido la Guerra del Paraguay. Además, deberíamos discutir algo sobre la rapacidad imperialista, un nuevo imperialismo en unos feroces tiempos. Lo que comienza no son las colonias de antes, sino una nueva forma de apropiarse política y económicamente de los espacios, que va a devenir en lo que tiempo después va a caracterizar Lenin como el imperialismo, fase final de la expansión capitalista.

LA CONDUCCIÓN DE LA GUERRA Y SOLANO LÓPEZ

 - Sábato: La conducción estratégica no la tenía Argentina. Había una diferencia de escala: mientras que Brasil tenía diez millones de habitantes y puso 140 mil personas en el frente, la Argentina tenía 1,7 millones de habitantes y puso 30 mil soldados. Eso ya da la idea de la diferencia de escala. Y la escala es muy importante en una guerra. En cuanto a la dirección, el problema fue que Mitre se peleaba todo el tiempo con los brasileros. Uno de los problemas de la guerra era el desacuerdo en los mandos, incluso en los mandos brasileros. De manera que eso también es parte de las contingencias de la guerra. Acá no hay un mando único.

Por otro lado, Solano López tenía mucho poder y desoyó a sus consejeros, que le decían "esto no va más". Hay que tratar de no considerar a Solano como el tirano, ni el responsable de la guerra, pero hay que poner las cosas donde están. Hubo masacre de disidentes en Paraguay: mujeres, niños. Como aquí. Yo no rescato ni dejo de rescatar la figura de Solano. Trato de entender cómo funcionó esa sociedad. La violencia ejercida fue sobre Paraguay, fue una guerra de ocupación y no hay que quitarle responsabilidad a López que no se rindió. Nos puede parecer heroico, pero ese heroísmo costó muchas vidas también, de la mano de la implacabilidad de los invasores.

 - Di Meglio: Hay un problema a explicar: por qué Solano López llevó la guerra hasta el final. Por qué el pueblo paraguayo resiste, sigue hasta el final luchando de una manera muy terrible. Parece un pueblo campesino defendiendo su tierra, que lucha contra una amenaza total contra su mundo. Me parece que esta guerra la estamos empezando a entender, pero falta mucha investigación, y tenemos que entender que cuando uno piensa en la Guerra del Paraguay, rápidamente se pone del lado paraguayo, porque son los que pierden, las victimas, los que sufren lo peor. Pero también es interesante correrse de la mirada nacional hacia la social. Es decir, son los soldados las victimas también, los soldados brasileros, argentinos. Es un desastre para todos los que fueron allá. Eso es lo que nos falta recuperar, la experiencia de los que pelearon: por qué pelearon, por qué lucharon, cómo vivieron esa guerra.

EL ROL DE GRAN BRETAÑA

 - Di Meglio: Cuando yo era adolescente y consumía mucho revisionismo, me quedaron marcadas algunas pautas fundamentales para entender esta guerra que me parece que hay que discutir. Y una de ellas es que esta guerra había sido provocada por Gran Bretaña, que para mí es una hipótesis que no se sostiene.

Porque no hay evidencia que marque que gran Bretaña fue fundamental en esta guerra, cuando Gran Bretaña sí fue fundamental en otros momentos de este país, como en la Guerra del Brasil. Hay algo particular de este momento histórico, cuando Gran Bretaña fracasa ante Rosas en la Vuelta de Obligado. La alianza que va a dar por tierra con Rosas es una alianza que deja de lado a Gran Bretaña. Es una alianza americana entre el Imperio del Brasil, los colorados uruguayos, Corrientes, Entre Ríos, contra Rosas. Y en un punto, políticamente y no económicamente, estos poderes que surgen son bastante autónomos del poder británico. De hecho, yo creo que cuando se enfatiza demasiado la importancia del imperialismo británico, se comete el error de convertir a los ingleses en los únicos actores del juego. Si uno dice que los ingleses son los culpables de la Guerra del Paraguay, está exculpando al gobierno argentino, al uruguayo y al brasilero. Los convierte en sujetos pasivos.



 - Galasso: Disiento con que no haya habido influencia inglesa. Últimamente he visto que en la facultad hacen una diferencia entre imperialismo formal e informal. El imperialismo formal sería cuando un país ataca a otro, y el informal cuando le controla los resortes económicos principales. Yo estoy convencido de que en la Argentina, desde el gobierno de Mitre hasta el 17 octubre del '45, este fue un país dominado por el imperialismo informal. Lo otro, para mí, es colonialismo. En esta guerra civil no intervinieron tropas inglesas, pero sí lo que hubo fue financiación británica. Y creo que entonces hay una incomprensión respecto de lo que es el imperialismo.

 - Di Meglio: Yo no les echaría la culpa de la masacre a los ingleses. La masacre es de Mitre, Pedro II y Venancio Flores. Si no, son todas marionetas de alguien que está por encima y no es así. Y eso no quiere decir que no haya imperialismo británico, que estuvo siempre y sobre todo a nivel económico. En la historia general del continente, la intervención inglesa es fundamental. Pero me parece que en este episodio es menor que en otros.

LA EXTREMA VIOLENCIA

 - Di Meglio: La extrema violencia, el aniquilamiento del pueblo paraguayo, me parece que es algo que requiere más investigación. Si uno historiza, las guerras del siglo XIX venían siendo muy violentas. Pero la Guerra de la Triple Alianza da un salto en esto.

 - Sábato: A la violencia hay que historizarla. La sensibilidad social no es la misma a lo largo de la historia. La gente piensa que hay cosas intolerables hoy, que no lo eran hace 100 años. Pero me interesa marcarlo porque el recurso a las armas era habitual en la dinámica política del período. El uso de la fuerza era un importante elemento de la vida política. Los grupos políticos se agarraban a los tiros, y esto no era considerado un salvajismo, era parte de la cultura política de la época. Por lo tanto, hay actos que hoy parecen vandalismo y que en la época no lo eran tanto.

Esto no quiere decir que nosotros no lo critiquemos, pero hay que ubicarse en la cabeza de los contemporáneos. En el momento en que ocurre la guerra, hay un cambio de sensibilidad respecto de la violencia política en la Argentina. Cuando el "Chacho" es asesinado y su cabeza puesta en la pica, es un escándalo. No porque se volvieron buenos, sino porque había cambios sobre lo que se toleraba o no. En ese momento cae la Guerra del Paraguay, y la violencia multiplica la apuesta. El país es arrasado, pero la violencia de la guerra es atroz aun para la sensibilidad de la época. Esto es lo que me interesa señalar: las cosas que se hicieron en Paraguay eran criticadas por los contemporáneos. Hay que empezar a entender qué es esa violencia  y por qué esa violencia.

LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA

 - Sábato: La guerra fue un momento clave en la definición de la geografía política de la región. Brasil y la Argentina se consolidaron como potencias regionales, se fijaron los límites interestatales, beneficiando a los vencedores. Se dispuso definitivamente la libre navegación de los ríos, y el Paraguay quedó subordinado a sus poderosos vecinos, gestándose un nuevo equilibrio entre los Estados sudamericanos. Más controvertidas resultaron las consecuencias internas en materia de construcción del Estado y afirmación de la nacionalidad en cada uno de esos países, ninguno de los cuales salió indemne de la guerra. La guerra destruyó el Paraguay, pero los países que participaron tuvieron consecuencias. Incluso los actores centrales de esta guerra, las dirigencias políticas, ganaron la guerra pero a ellos, como grupos o personas, no les fue del todo bien. Los verdugos también fueron víctimas políticas después. En el caso de Brasil, todos los historiadores sostienen que la guerra fue el principio del fin de la monarquía y la esclavitud. En argentina, Mitre perdió, fue desprestigiado. Los liberales mitristas perdieron su lugar preponderante, jaqueados no solo por los opositores sino por su mismo tronco. Los federales salieron dañados por la represión pero también por la ruptura que hizo Urquiza. Los liberales perdieron las elecciones del 68, en plena guerra. El presidente perdió para siempre su lugar en el poder. Los liberales mitristas fueron desplazados del poder como consecuencias de lo que hicieron en la Guerra del Paraguay. El conflicto resultó en la ruina del Paraguay, que fue ocupado militarmente. El territorio fue arrasado por las propias tropas y por las ajenas, la población quedó reducida a menos de la mitad, las fronteras se vieron contraídas y el Estado fue desmantelado.

 - Di Meglio: Esta es  una guerra que consolida los Estados nacionales de Argentina, Uruguay y Brasil, y destruye al Paraguay y lo saca del juego. La guerra fue una tragedia absoluta y total en pérdida de población y riqueza para Paraguay. Entre la fundación de Asunción en 1537 y la ocupación y destrucción del estado paraguayo al final de esta guerra, en 1870, hay un proceso muy largo y conflictivo de nuevos Estados que no estaban predeterminados en lo más mínimo y que dieron lugar a una serie de conflictos muy largos, con una infinidad de guerras. Es decir, la Guerra del Paraguay es la conclusión de una serie de conflictos bastante violentos por la configuración de una zona. Y claramente, esta guerra es la que termina de la manera más trágica posible con ese conflicto. A partir de ese momento no va a haber ese problema. Habrá algunos conflictos limítrofes, pero no muy destacados.

 - Galasso: Fue una guerra civil con esta apoyatura que significaba para la Argentina la consolidación del mitrismo en el poder. Es decir, la consolidación de la semi-colonia argentina, con los ferrocarriles ingleses, los seguros ingleses, los bancos ingleses. Que no tuviera la Argentina una industria, que no tuviera flota mercante. Y también que el Partido Colorado se asentara en el Uruguay. Y que desapareciera Paraguay, el único país que tenía un intento de desarrollo propio, que no tenia oligarquía porque había distribuido la tierra y que luchó heroicamente hasta lo último para intentar defenderse del modelo que en definitiva vienen practicando hoy algunos países en la América Latina.


Quién es quién

Hilda Sábato: Titular de la cátedra Historia Argentina II (1862-1916) de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Investigadora del CONICET. Entre otro libros, es autora de La política en las calles: entre el voto y la movilización, y Buenos Aires en armas: la revolución de 1880.

Gabriel Di Meglio: Docente de la carrera de Historia de la UBA. Investigador del CONICET. Conductor y asesor de contenidos históricos para Canal Encuentro. Autor, entre otros libros, de Viva el bajo pueblo. Historia de las clases populares en Argentina.

Norberto Galasso: Director del Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales Felipe Varela. Autor de biografías de Scalabrini Ortiz, Juan Domingo Perón, Hernández Arregui, José de San Martín, entre otros. Dirige el periódico online Señales Populares.

Mariano Rodríguez Otero: Director del Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Es titular de la materia Historia de España y docente en Historia Contemporánea en la misma casa de estudios. También es docente en el Instituto Superior del Profesorado Joaquín V. González.


LIBRO RECOMENDADO:

La Guerra del Paraguay: ¡Gran negocio!, de León Pomer

En esta investigación, publicada por primera vez en 1968, León Pomer denunció el rol de Gran Bretaña en el conflicto bélico y desnudó sus vínculos con el mitrismo, los colorados orientales y el Imperio del Brasil. Pomer se sumergió en archivos, buceó en la correspondencia de la época, relacionó sucesos aparentemente desconectados y dio una versión sólida, avalada por fuentes documentales y datos estadísticos, que ilustraban aspectos políticos y económicos.





jueves, 3 de julio de 2014

CÁTULO CASTILLO: El gran poeta de una gran época argentina...

CÁTULO CASTILLO (1906-1975)

El gran poeta de una gran época

“Cuando mi padre tenía 20 años robó a mi madre y se casó con ella. La sacó de los
alrededores de La Plata donde mi abuelo trabajaba en un stud como cuidador. Fue a comienzo del año 1905.
Se fueron a vivir a Buenos Aires a una casita de la calle Castro 947. Yo nací el 6 de agosto de 1906, a las cinco de la tarde. Caía una lluvia tremenda y hacía un frío de la madona. Mi padre trabajaba en los Tribunales, y un amigo suyo, Edmundo Montagne, también poeta, le avisó: “Pepe, ha nacido tu hijo Cátulo”. Ese amigo ya tenía previsto el nombre. Mi padre corrió a la casa, me quitó de al lado de mi madre, me sacó los pañales, salió al patio, me puso debajo de la lluvia y exclamó: “¡Hijo mío, qué las aguas del cielo te bendigan!”…”

Como Discépolo, al igual que Homero Manzi y otros representantes auténticos del arte popular, Cátulo Castillo fue bastante más que un mero poeta de tango.

Nacido en la calle Castro al 900 de Buenos Aires – el 6 de agosto de 1906 – vivió parte de su infancia en Chile, donde su padre, el dramaturgo José González Castillo, debió exiliarse a causa de sus ideas libertarias.

Ya afincado en Buenos Aires, en 1923, compone “Organito de la tarde”, su primer tango. Por la misma época practica boxeo, llegando a ser campeón argentino de peso pluma y preseleccionado para las olimpíadas de Ámsterdam. En 1926, con las regalías de sus tangos, viaja por primera vez a Europa, donde luego va a dirigir su propia orquesta.

A principios de la década del ´30, otra vez en Buenos Aires, obtiene por concurso una de las cátedras del Conservatorio Municipal Manuel de Falla. Ante la hostilidad de sus colegas que lo menosprecian por ser músico de tango, se repliega en los estudios musicales. Hacia 1950 llegará a ser director de dicho conservatorio, cargo con el que se jubiló.

En los ´40 y 50´, cuando el tango vuelve a alcanzar el auge de antaño, se consagra a la poesía y escribe con los compositores más destacados: Mores (“Patio de la Morocha”), Pontier (“Anoche”), Pugliese (“Una vez”), Piana (“Tinta roja” y “Caserón de tejas”), y su gran colaborador desde 1945: Aníbal Troilo (“María”, La última curda”, “Una canción”).

En esos años se dedicó al periodismo en diversas revistas, publicó el libro “Danzas Argentinas” (1953), hizo canciones para distintas películas, escribió el sainete lírico “El Patio de la Morocha” (con música de Troilo), fue secretario y presidente de SADAIC en distintos ciclos.


En 1953, ante las iras de la crítica oligárquica, fue designado presidente de la Comisión Nacional de Cultura de la Nación.

Ernesto Sammartino, el radical unionista que bautizó a las masas peronistas como “aluvión zoológico”, se lamentaba entonces en un diario de Montevideo: “El país que produjo a Sarmiento, Guido Spano, Lugones, Almafuerte, Hernández, Rojas y tantos otros escritores y poetas famosos, sufre hoy el ludibrio de tener como máximo representante de su cultura al autor del sainete “El patio de la morocha”.

En 1955, Cátulo Castillo poeta depuesto – como Marechal, como Rega Molina o Vaccarezza -se va a replegar con Amanda, su mujer y los incontables perros que solía recoger de la calle, a una casita del Gran Buenos Aires, en la ciudad Evita, que a partir del 55 toma el nombre de Ciudad General Belgrano.



La esposa de Cátulo , Amanda Pelufo, se refiere en estos términos a aquella época: “Lo teníamos todo y de pronto, en 1955, nos quedamos sin nada. Cayó Perón, llegó la Libertadora y a Cátulo lo echaron de todas partes. Ya no pudo tener cátedras, ni dirigir SADAIC, ni estar en Cultura. Ni siquiera pudo cobrar sus derechos de autor porque SADAIC, precisamente, fue intervenida. En el peor momento hasta llegaron a prohibir que se pasaran sus temas por radio. No le perdonaron nada. Para empezar que un tanguero estuviera en Cultura. Después que haya sido el primero en llevar el tango al Colón… Vendimos todo y nos recluimos. Cátulo escribía tangos, pintaba al estilo de Quinquela y sobre todo descubrió su amor por los animales. Llegamos a tener 95 perros, 19 gatos y dos corderitos: Juan y Domingo”.

Con el deshielo de los 60, vuelve a plena actividad. De esa etapa es “Y a mi qué”, una radiografía del momento político. Ya la época de oro del tango ha pasado, pero él sigue componiendo, escribiendo guiones radiales, trabajando en SADAIC. Publicó la novela “Amalio Reyes un hombre”, que llevó al cine Hugo del Carril. También publicó “Prostibulario”, acerca del cual se cartea con Perón, en 1971. Su obra resulta indiscutible por el éxito alcanzado: “María”, El último café”, “La última curda”, “La Calesita”, “Café de los Angelitos”, “Desencuentro”, “Y a mi qué”, “El trompo azul”, “La cantina”, “A Homero”, “Arrabalera”, “Mensaje”, “Tinta roja”, “Patio mío”, “Caserón de tejas” y tantos otros. Por eso – más allá de resquemores por sus posiciones políticas – en 1974, la Sala de Representantes de Buenos Aires lo designa ciudadano ilustre de la ciudad.

Al recibir el galardón, Cátulo relató esta breve fábula: “El águila y el gusano llegaron a la cima de una montaña. El gusano se ufanaba de ello. El águila aclaró: `Vos llegaste trepando, yo volando´. ¿Pájaros o gusanos? – inquiría Cátulo – he aquí una pregunta clave”. Que él supo responder, ejemplarmente a lo largo de su trayectoria.

Fallece el 19 de octubre de 1975.



CÁTULO CASTILLO por Julio Nudler

Recorrió con sus letras los temas que siempre obsesionaron al tango: la dolorosa nostalgia por lo
perdido, los sufrimientos del amor y la degradación de la vida. No tuvo en cambio espacio para el humor ni para el trazo despreocupado, y tampoco para el énfasis rítmico de la milonga. La palabra último figura en varios de sus títulos, como dando testimonio de ese desfile de adioses que atraviesa sus letras, donde hay siempre compasión por quienes padecen y un frecuente recurso al alcohol como fuga. Cátulo no se dio, como letrista, un perfil definido, en lo cual se parece más a Enrique Cadícamo que a Homero Manzi. No alcanza a menudo la calidad poética de éste ni el lacerante poder de observación de Enrique Santos Discépolo, pero enalteció al género con una obra vasta e influyente, siendo también notable su aporte como compositor.

Aunque su obra de músico no sea la que nos ocupa en esta semblanza, es justo recordar que, en su juventud, Cátulo concibió páginas de gran hermosura, varias de las cuales llevaron letra de su padre, José González Castillo, talentoso comediógrafo y dramaturgo de ideas anarquistas, que hasta debió exiliarse por unos años en Chile, llevando a su pequeño hijo, para escapar de la represión. Tangos como el imperecedero "Organito de la tarde" (que concibió cuando contaba 17 años), "El aguacero", "Papel picado", "El circo se va" y "Silbando" (en colaboración con Sebastián Piana) dan cuenta del único caso de semejante comunión creadora entre padre e hijo en la historia del género. También con otros letristas escribió páginas trascendentes, como "La violeta", con el poeta Nicolás Olivari; "Corazón de papel", con Alberto José Vicente Franco, o "Viejo ciego", con Manzi (y en colaboración con Piana), entre otras. Un dato asombroso es que Cátulo haya podido ser, al mismo tiempo que inspirado músico y poeta, un boxeador de renombre, que llegó a conquistar el título de campeón argentino de peso pluma.


El compromiso político con los explotados inspiró una de sus obras tempranas, "Caminito del taller". Ese tango, que Carlos Gardel grabó en 1925, le pertenece a Cátulo en letra y música. Describe en él, con enorme sensibilidad, el triste destino de una costurerita enferma, a la que observa pasar rumbo al trabajo en las mañanas invernales con su fardo de ropas. Así como creó con ésta una composición clave dentro del tango de protesta social, Cátulo también aportaría obras emblemáticas para otras tesituras.

Tal el caso de "Tinta roja", de 1941, con música de Piana, donde se funden en la añoranza el barrio y la propia infancia. «¿Dónde estará mi arrabal? ¿Quién se llevó mi niñez?», pregunta su protagonista. De ese mismo año, y de la misma pareja autoral, es "Caserón de tejas", un hermoso vals que llora las mismas pérdidas y, dentro del repertorio de compás ternario, es también una obra sobresaliente.



De otro carácter es "María", con música de Aníbal Troilo, creado en 1945. Poema intensamente romántico, que evoca un amor encerrado entre dos otoños, puede ser elegido para representar toda aquella corriente sentimental que bañó al tango durante la década de los '40, con influencia del bolero y con el papel protagónico del cantor de orquesta, que seducía al público femenino con su voz, sus temas y su estampa. Aunque el amor sigue siendo fuente de penas y sinsabores, ya no hay en estas historias perversidad ni traiciones. Su lugar suele tomarlo el misterio: «Un otoño te fuiste, tu nombre era María, y nunca supe nada de tu rumbo infeliz...», versea Cátulo.

Aunque haya sido un letrista decisivo en aquellos años, el liderazgo poético del género lo alcanzaría recién en la década del '50. Es preciso recordar que en 1951 murieron Discépolo y Manzi, que Cadícamo había reducido mucho su producción, como también ocurrió con José María Contursi, y que sólo Homero Expósito, entre los máximos nombres de las letras tangueras, intentaba renovarse a sí mismo, aunque su mejor inspiración ya había pasado. Claramente, fue Castillo quien dominó el panorama y tuvo el mérito de abrir nuevos caminos, que sin embargo se irían borroneando con la declinación que sufrió el tango desde finales de aquella década. Por otro lado, los vanguardistas, con la magna excepción de Astor Piazzolla, concentraban su interés en el tango instrumental.

Aunque Cátulo siguió escribiendo en la línea evocativa, con tangos como "Patio mío", "Patio de la morocha" o "El último farol", lo mejor de su nueva producción no estuvo allí. Cerca ya de sus cincuenta años, sus letras comienzan a expresar una actitud desesperada ante la vida. Es con esos tangos de la desesperación, impregnados de sensualidad y de filosofía, que construye el último apogeo poético del género, irguiéndose por encima de sus contemporáneos. "La última curda", de 1956, con música de Aníbal Troilo, es probablemente el tango cantado más trascendente de esa década. Como había hecho Manzi en 1950 en "Che, bandoneón" y otros letristas en tantas otras piezas anteriores, Castillo dialoga con ese fuelle de «eco funeral» donde residen los secretos del tango y de la existencia. Olvido, condena, fracaso, alcohol, aturdimiento son los elementos de esa conversación sombría, que define a la vida como «una herida absurda». Las versiones iniciales que grabó el cantor Edmundo Rivero, en 1956 con Troilo y en 1957 con Horacio Salgán, son de una rara perfección. Una lectura diferente pero asimismo memorable es la registrada en 1963 por Roberto Goyeneche, también con Troilo.

Otros tangos fundamentales de aquella etapa fueron "Una canción" (1953), con música de Troilo; "Anoche" (1954), con Armando Pontier, y "Perdóname" (1954), con Héctor Stamponi, tres obras mayúsculas que motivaron excelentes versiones (por voces tan destacadas como las de Alberto Marino, Horacio Deval, Charlo, Jorge Casal, Pablo Moreno u Oscar Alonso, entre otras). El drama de los inmigrantes italianos le inspiró piezas de gran relieve, como "Domani" (1951), con Carlos Viván, y "La cantina" (1954), con Troilo. Ya en los años '60 forjó importantes éxitos con el áspero "Desencuentro" (1962), con Troilo, y el más convencional "El último café", con Stamponi.

Con estas menciones no se agota la extensa obra creativa de Cátulo Castillo. Para evitar que queden innombrados en esta semblanza, citamos otro número de excelentes tangos con los que enriqueció los mejores repertorios: "Se muere de amor" (con Pedro Maffia), "Color de barro" (Anselmo Aieta), "Dinero, dinero" y "Malva" (Enrique Delfino), "La madrugada" (Angel Maffia), "Te llama mi violín" (Elvino Vardaro), "Una vez" (Osvaldo Pugliese), "Naná" (Emilio Barbato), "Para qué te quiero tanto" (Juan Larenza), "Rincones de París" y "Volvió a llover" (Osmar Maderna), "Burbujas" (Carlos Figari), "Maleza" (Enrique Munné), "Pobre Fanfán" (Delfino/Barbato), "Ventanal" (Atilio Stampone), "Tango sin letra" (Venancio Clauso) y "Sin ella" (Charlo). La amplia y sobresaliente nómina de compositores con los que colaboró confirma el compromiso de Cátulo con el mejor tango.

lunes, 30 de junio de 2014

EL NACIMIENTO DEL FMI

Bretton Woods: 70 años de 
un orden económico mundial

En Bretton Woods, New Hampshire, se establecieron hace 70 años las nuevas reglas para las relaciones financieras entre los países industrializados y se trató de poner fin al proteccionismo.


Cuando comenzó la conferencia monetaria y financiera de las Naciones Unidas, llevada a cabo en Bretton Woods, el mundo se enfrentaba a las consecuencias políticas y económicas de dos guerras mundiales. Hacía tiempo que las monedas de los países industrializados ya no estaban acopladas al valor del oro, y habían financiado dos guerras emitiendo moneda y con altas tasas de inflación. “Eso provocó al final una corrida devaluatoria, una especie de guerra monetaria”, die Jürgen Matthes, del Instituto Alemán de Economía (IW). Todos querían vender sus productos baratos y se aislaban de los demás, lo que hizo que el comercio mundial colapsara.

El mundo necesitaba un nuevo orden económico y comercial, y había dos conceptos a debate. Uno provenía del economista británico John Maynard Keynes, cuya idea era “no dejar solo a los estadounidenses la responsabilidad y el poder de configurar un sistema monetario”, dice Dominik Geppert, historiador de la Universidad de Bonn.

Pero el plan de Keynes está condenado al fracaso. Por un lado, el mundo de entonces no estaba preparado para una solución multilateral. Por el otro, Keynes estaba desde el comienzo en una posición débil en las negociaciones. “Keynes tenía, además, el problema de tener que negociar las deudas de guerra de Gran Bretaña con EE. UU.”, explica Geppert. Finalmente, se impuso el Plan White, llamado así en honor economista estadounidense Harry Dexter White, que preveía un orden monetario internacional con el dólar como divisa líder. Es decir, que todos los países se comprometían a ajustar sus monedas en un determinado espectro con respecto al dólar. Como contrapartida, EE. UU. garantizaba cambiar dólares por oro cuando fuera necesario.

Nace el Fondo Monetario Internacional

John Keynes y el ministro de Finanzas chino, H.H. Kung. (1944).

Al finalizar la conferencia de Bretton Woods se creó el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. En 1947 se sumó a esos organismos internacionales el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por su sigla en inglés). Todos ellos forman parte del sistema de Bretton Woods, que sin duda dio nuevo impulso al comercio internacional. Pero como este se lleva a cabo en gran parte a través del dólar, una mayor actividad comercial se traduce en una mayor necesidad de contar con dólares, y eso evidencia la contradicción del sistema de Bretton Woods: ¿Cómo se puede asegurar un cambio en oro si cada vez hay más dólares en circulación?

Pronto EE. UU. notó que, debido al estatus de liderazgo del dólar, podían imprimir tantos billetes como querían, y hacen uso abundante de ese privilegio, cayendo en un déficit en su rendimiento económico. Eso significa que consumen más de lo que producen. A eso se suma la Guerra de Vietnam, que les ocasiona un bache cada vez mayor en su presupuesto. Dado que el curso de cambio de 35 dólares la onza, el presidente francés, Charles de Gaulle, se niega a seguir pagando los costos de guerra de EE. UU. y comienza a cambiar las reservas en dólares de Francia por oro en 1965, y hasta ordena traer el oro a París en submarino.


El fin del sistema Bretton Woods

El 15 de agosto de 1971, el presidente estadounidense Richard Nixon da por finalizada la unión del dólar al oro. Luego de eso, los bancos centrales de Occidente han tratado por todos los medios de mantener con vida al sistema de Bretton Woods. La suma de las intervenciones de divisas es astronómica, sobre todo en Alemania. En marzo de 1973, el Gobierno de Willy Brandt anuncia que ya no respaldará al dólar. Cada vez más países siguen el ejemplo alemán, y el sistema de Bretton Woods termina colapsando.

“El sistema de Bretton Woods colapsó porque se centraba en EE. UU., y ese país, también debido a la Guerra de Vietnam, no llevó a cabo una política financiera orientada hacia la estabilidad, como lo hizo, por ejemplo, Alemania”, dice Jürgen Matthes. El FMI y el Banco Mundial sobrevivieron a Bretton Woods, y el GATT se transformó en la Organización Mundial del Comercio (OMC).


Autor: Danhong Zhang (CP)
27.06.2014


jueves, 27 de marzo de 2014

El astillero Río Santiago comienza a fabricar molinos eólicos


Astillero Río Santiago producirá molinos eólicos junto a una empresa privada, con una inversión de 18 millones de pesos, anunció su presidente, Héctor Scavuzzo.


"Hemos puesto en marcha el polo eólico bonaerense en una clara asociación entre lo público y lo privado, porque junto con la Empresa Calviño S.A comenzamos a fabricar las columnas y ahora sumamos los rotores y en poco tiempo estaremos pudiendo ofrecer a todo el país los molinos eólicos íntegramente producidos en el Astillero", precisó Scavuzzo.

Según el funcionario, "se trata de una inversión de 18 millones de pesos sumado a lo que aporta la empresa privada y a un subsidio del Gobierno nacional lo que nos permite realizar este nuevo emprendimiento". "Hay que tener en cuenta que por ley deberá haber en los próximo años 250 columnas en el territorio provincial y queremos estar preparados para ofrecerlas", agregó.

En diálogo con Radio Provincia, Scavuzzo también informó que "estaremos construyendo, entre otros, seis buques de seis mil toneladas, cuatro busques de 20 mil toneladas, tres busques de 12 mil toneladas".

Fuente: Argentina.ar
27-03-2014


viernes, 27 de septiembre de 2013

HOMERO MANZI: El poeta que no fue ni oficialista ni opositor, sino un revolucionario.



El autor de letras de tangos que se convirtieron en verdaderos himnos porteños, fue también un orador de barricada que se pronunció siempre a favor de los más humildes. En el arte y en la vida caminó por la vereda de lo popular.

Por Norberto Galasso







Le tocó vivir un tiempo difícil de vasallaje y miseria popular, de artes exóticas y gobiernos reaccionarios, de banderas enfangadas y "próceres" traidores. Pero él supo encontrar las respuestas y erguirse junto a su pueblo para empujar, "de prepo", a esa historia nuestra, a veces remisa y reculadora.

Vino de su Añatuya callada y desvalida y se metió con su espíritu poblado de versos en un Boedo mistongo que se derramaba en cafetines, lustrabotas y mendigos hacia esa Chiclana amenazada siempre por la inundación. Allí caminoteó atardeceres con Cátulo Castillo, Julián Centeya y el "loco" Papa y allí resolvió en largas conversaciones con Jauretche su dilema shakesperiano trasladado al suburbio: "¿Ser hombre de letras o hacer letras para los hombres?".

Allá estaba la Academia y el galardón literario, el premio municipal en la solapa y la cátedra momificada. Aquí, la fidelidad al Barrio de las Ranas, a las pibas de Alsina, a Pompeya con su farol "balanceado en la barrera" y "el codillo llenando el almacén", al Boedo legendario donde se mezclaban el caudillo radical Pedro Bidegain y aquel Eufemio Pizarro que "con vaivén de carro…/ cruzaba los ocasos / del barrio pobretón".

De izquierda a derecha: Cátulo Castillo, Homero Manzi, Sebastián Piana y Pedro Maffia


Y Homero Nicolás Mancione desdeñó la fama oligárquica para grabar su perfil como Homero Manzi optando por el mundo de "las chatas entrando al corralón", chapaleando barro bajo el cielo de Pompeya herido de lonjas rojas, con sus gorriones y fabriqueras, con el eco de un bandoneón –"mariposa de alas negras"- brotando del último organito de una ciudad entristecida.

En ese camino, sus "versos para los hombres" acunaron a la Negra María, consolaron a la mulata abandonada, invocaron al Papá Baltasar en nombre de los chicos pobres, eternizaron al viejo ciego del violín y a aquella Malena "con voz de sombra", en el paisaje indeleble de un "Sur paredón y después". De este modo, estampó una radiografía carreguiana de personas y aconteceres de la realidad, tan humildes y por eso, precisamente, tan importantes. Asimismo, en el terreno político, Homero también eligió la vereda popular, despreciando las canonjías que el ofrecía el radicalismo alvearizado, para lanzarse a la aventura de FORJA, aquel 29 de junio de 1935, porque sabía que "éramos una Argentina colonial" y ansiaba una "Argentina libre".

La soberanía popular, la nacionalización de las empresas extranjeras y la reivindicación de los derechos de los trabajadores se hicieron punta, una y otra vez, en su vozarrón lanzado al viento en la tribuna esquinera –modesta tarima de cajoncitos de cerveza- donde chisporrotearon luminosas verdades en la sombría noche de la "Década infame".

Homero Manzi (segundo desde la izquierda), Luis César Amadori, 
Jacinto Benavente y Lucas Demare, entre otros.


Aquel que calificaba a la piel de una muchacha como "magnolia que mojó la luna", se transmutó entonces en orador de combate: "Nos quieren hacer creer que hay una cosa intocable en la economía: el gran capital… Nos quieren convencer que el ferrocarril apenas da ganancias a sus accionistas… Hay que crear mentalidades opuestas y nacionales que frente a esa lamentación digan sencillamente esto: ¡¡¡QUE SE VAYAN A LA PUTA QUE LOS PARIÓ ESOS ACCIONISTAS!!!".

Así batalla en la catacumba forjista, en esa época en que la tisis roe los pulmones de las mujeres que pedalean en la "Singer", cuando los rufianes controlan la calle Corrientes y las adolescentes desaparecen del conventillo atraídas por "las luces del centro". Y así se consustancia cada vez más con su pueblo. Por esa razón, en 1947, reencendiendo su vieja fe del auténtico irigoyenismo, brinda su apoyo a la caravana popular desde su perspectiva de "revolucionario", amigo del Pueblo, al que expresa en sus versos y a quien acompaña ahora en su nuevo camino jubiloso: "Quienes nos tildan de opositores se equivocan. Quienes nos tildan de oficialistas también. Nos somos oficialistas ni opositores. Somos revolucionarios… Perón es el reconstructor de la obra inconclusa de Hipólito Yrigoyen".

Poco después, la muerte le punguea el corazón en el sanatorio Costa Boero y se despide "lleno de luces y dolores… que integran mi cortejo final de despedida". Sin embargo, aún hoy, cuando en la radio en un tallercito del suburbio o en la disquería noctámbula de la calle Corrientes, florecen otra vez sus versos "con un perfume de yuyos y de alfalfa/ que nos llena de nuevo el corazón", parece como si el Homero indoblegable se pasease todavía con su cara redonda y sus ojos limpísimos de niño –esos por donde "su frente triste de pensar la vida, tiraba madrugadas por los ojos", como diría Cátulo Castillo- para mantener viva la canción y encendernos, de nuevo, la esperanza.